En
noviembre de 2007 la revista Inversión
publicaba el suplemento “Quién es Quién en el sector financiero”. No se porqué
conservo este documento en concreto, no voy a decir que fuera un augurio, pero lo
cierto es que en el se recogen los nombres de los responsables de las 450
principales entidades que en ese momento operaban en España.
Si
nos centramos en los bancos comerciales (sin entrar en Banca Privada o
especializada) se han quedado en el camino marcas emblemáticas como Banco de
Valencia, Banco de Andalucía, Banco de Castilla o Banesto.
Otras, aunque se conservan, han perdido su independencia como es el caso de Banco Pastor.
Otras, aunque se conservan, han perdido su independencia como es el caso de Banco Pastor.
Si hablamos
de las Cajas de Ahorro, el documento recoge 45 entidades. A fecha de hoy se han
reducido a 11 incluyendo en estas las de Pollença y Ontinyent y las nacionalizadas
Bankia, Catalunya Caixa y NovacaixaGalicia. Si excluimos a las dos primeras,
cuyo ámbito de actuación se reduce a sus comarcas originarias, podemos decir que
un cliente, por ejemplo de Madrid, ha reducido sus opciones de buscar
financiación de 43 a 9 entidades (dentro de las antiguas cajas de ahorro). Si esto lo
trasladamos a otras ciudades donde no todas las entidades están o estarán
presentes, las opciones se reducen aun más. ¿Esto es bueno?.
Pero
el proceso de restructuración bancaria parece que aun no ha terminado. Noticias
recientes hablan de la venta del negocio minorista de Citi o del deseo de
Barclays de abandonar España. Expertos en la materia vaticinan que en un futuro
no muy lejano tendremos solo siete u ocho entidades financieras.
Fuera
de cábalas y pronósticos la realidad es que si se suman los balances
consolidados a fin de 2012 (tomando solo el negocio nacional) de Santander,
BBVA y CaixaBank, acaparan ya una cuota de mercado del 48% por volumen de
activos, que se elevaría a un 69% si incluimos a Sabadell, Popular y Bankia. No se conoce históricamente una
concentración tan grande en España y en tan corto espacio de tiempo.
Clientes,
empleados y contribuyentes son los grandes perjudicados de este proceso.
Los
clientes han visto en muchos casos como iban desapareciendo de su entorno las
oficinas con las que habían estado operando, teniendo que adaptarse a nuevos
formatos, operativa o trasladando la oficina de localidad. En puntos de las
Islas Canarias los traslados de oficina han sido incluso de isla.
Además
el cliente se ve y se verá afectado por las consecuencias de la falta de
competencia. En este sentido, la Comisión Nacional de la Competencia revela
datos ciertamente preocupantes ya que, en algunas provincias, una sola entidad
acumula el 60-70% de los depósitos de particulares.
Según
datos de la AEB la restructuración bancaria ha supuesto la desaparición de mas
de 50.000 puestos de trabajo desde su inicio en el 2009.
Por
otra parte el contribuyente en general también ha sufrido el coste de esta
concentración con su aportación, vía impuestos, a las ayudas públicas
concedidas a la Banca y que, se supone, tendrán que devolver.
En
el otro lado de la balanza están los grandes grupos bancarios que han eliminado
competencia hasta el punto de que, una vez finalizada la crisis y la
restructuración, los cinco grandes grupos bancarios españoles acumularán el 80%
de la cuota de mercado nacional.
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